jueves, 11 de junio de 2009

La Jornada Jalisco:


Foto: ARTURO CAMPOS CEDILLO

El psicoanalista Raúl Páramo, formado en el Círculo de Viena. Imagen de archivo




La identidad del mexicano, reflejo del trauma de su historia, señaló el psicoanalista

La historia mundial, pródiga en ejemplos de una política degradada: Raúl Páramo

Cómo huimos de nuestra responsabilidad, nuestro defecto más observado, añadió


RAUL TORRES


La noche del miércoles, en el foro de la Casa Zuno, aproximadamente 40 personas, en una suerte de experimento colectivo, entrevistaron a Raúl Páramo Ortega, psicoanalista formado en el Círculo de Viena, discípulo de Igor Caruso y el único latinoamericano que publica en la prestigiada revista alemana Psyche. Inevitablemente las preguntas llegaron al tema de la política, que según el entrevistado, hoy se encuentra degradada y pervertida.

“Si hubiese un arte que merecería privilegiarse, y voy a opinar en dirección de Maquiavelo, es el arte de conducir hombres, el arte de la política, tan degradada y tan pervertida hoy día, convertida en descarada persecución de fines económicos e individuales, sin la menor intención ni la menor idea, excepto la de tratar de seguir engañando a la gente para conseguir adeptos que permitan seguir teniendo beneficios económicos. Creo que el ejercicio de la política, sobre todo en México, ha alcanzado los niveles más profundos de inequidad. La propuesta gubernamental de que participemos en las elecciones me parece una propuesta obscena, infame, degradante. La propuesta misma pretende tratarnos como infantes o como amnésicos, o como esclavos, o como oligofrénicos, es una propuesta obscena”, aseveró tras hablar de la sobre valoración del arte como supuesto transformador de la sociedad. Las preguntas, entonces, comenzaron a tomar ese rumbo.

–La degradación de la política no es nueva. Me gustaría que abundara en eso que usted llama un juego perverso, –solicitó uno de los asistentes.

–En efecto, la historia está rica en ejemplos de una política degradada. No es asunto solamente actual y solamente mexicano. Detrás de ello están otras perversiones que se podrían concentrar en lo que se llama publicidad y que nos la tragamos como normal o como éticamente incuestionable. Pero la publicidad, casi toda, que vaya más allá de la expresión de lo que alguien puede ofrecer y se ponga al servicio de la seducción, del intento de conseguir para sí mismo el sustento emotivo o económico, es algo particularmente perverso. Hoy en día, gracias a la tecnología de los medios de comunicación, esa publicidad, esa seducción para convertir a los otros en gente de “mi equipo, mi partido, o mi creencia”, es intrínsecamente inmoral. No hay ningún derecho a intentar convertir a alguien a mis propias convicciones. El espíritu misionero en las iglesias es un ejemplo clásico de eso; equivale a decir: “no tolero que tú tengas otro dios, quiero seducirte, movilizarte y hacer publicidad al servicio de mi dios para que formes parte de mi equipo y acrecentar así el ejercicio de mi poder, o la solidificación de mi identidad, porque no tolero vivir en medio de las diferencias”. Esto es un fenómeno histórico que se repite una y otra vez. El homo sapiens tiene múltiples defectos de fábrica y es víctima de múltiples enfermedades sociales, y tenemos como único órgano rector el cerebro, pero si éste no está afianzado en el corazón, tampoco funciona correctamente.

–Ahora que habla de los misioneros, usted tiene un trabajo titulado El trauma que nos une, donde aborda la guerra de Conquista en América ¿Cómo se inserta esto en la política actual?

–Una de las tragedias de nuestra nación es querer resolver los problemas sin una mirada histórica, sin un diagnóstico de los que somos. En realidad somos un pueblo que padece la desgracia de haber sido truncado de sus raíces, en este caso prehispánicas. La mexicanidad tiene como elementos que originan conductas inadecuadas, una psicología y una identidad notablemente confundida y notablemente debilitada por haber sido masacrados y atropellados por la cultura europea. No estamos acostumbrados a usar la vara histórica para explicar el presente a través del pasado. El presente es la sedimentación estricta del pasado, de lo que se ha hecho y nos han hecho. Y los mexicanos concretos no somos más que los puntos de contacto, los nudos, donde se extiende una identidad colectiva con características de trauma grave. Un trauma es la imposibilidad de elaborar un diferencial de estímulos externos que en un corto tiempo nos penetran. Eso trasladémoslo a culturas y a una invasión que aún persiste. En realidad aún persiste la lucha contra los indígenas, permea la sociedad y el país entero. Estamos en guerra no sólo por lucha de clases, sino por lucha de etnias. Persiste esa discriminación racial heredada y transmitida a través de identificaciones generación tras generación, lo que fabrica una idiosincrasia no precisamente adecuada para ser civilizados y poder progresar.

“Los defectos más clásicos que los extranjeros ven en nosotros son cómo huimos rigurosamente de nuestra responsabilidad, cómo buscamos la salida fácil, cómo buscamos el camino del menor esfuerzo. ¿Cómo podemos, entonces, construir una nación cuando tenemos un alma colectiva ­–no me gusta mucho el término– tan dañada, y cuando tenemos el lenguaje tan dañado por motivos de analfabetismo? La lectura podría ser un alimento espiritual para el ejercicio de la razón, pero en ese aspecto estamos anémicos como pueblo.

“En medio de todo esto, no me extraña la situación catastrófica en la que estamos y nos pone al borde del estallido simplemente por no poder seguir soportando tanta infamia. Pero ni siquiera podemos decir que es sólo la elite gubernamental la responsable. Por esa elite gubernamental votaron millones de personas cuyo analfabetismo les impidió verles la pantorrilla de inmediato, verles la incapacidad y la perversión del sistema político entero. Entonces perdemos el derecho, a demás de que epistemológicamente es una necedad, de inculpar solamente a una elite cuando esa elite ha estado sustentada por todos nosotros, que no nos hemos rebelado. Aún así, en México hay hermosuras de todo tipo y espíritu de lucha que espero no seamos vencidos nuevamente por los representantes indirectos de los detentadores del poder, que en un tiempo lo hicieron en nombre de la cultura europea o de la religión cristiana. Tengo la esperanza de que a pesar de los pesares nuestra nación pueda sobrevivir a semejante indignidad que nos penetra por todos los costados y nos deforma sin poder localizar nuestra deformación”.

–¿Qué relación hay entre el analfabetismo y política?

–Los franceses, en su perversión colonial, dominaron Haití y decían que no había que enseñar a la población negra el alfabeto porque a través de él o la lectura se fortalece el espíritu, la rebelión, la dignidad, la consciencia de la injusticia. Nosotros somos un pueblo en el que un ex presidente, Fox, hacía gala de no leer, de ser un analfabeta funcional.

“Hay formas de analfabetismo no diagnosticadas, por ejemplo el analfabetismo institucional. ¿Qué entiendo por eso? Que instituciones enteras, en ocasiones leyes o costumbres, son diseñadas y programadas por analfabetas funcionales. Un ejemplo burdo y claro es el que un analfabeta funcional, por motivos políticos, hace un despilfarro para sacarse la espina ante los intelectuales y dice que construirá la biblioteca más grande de Latinoamérica. La institución que iba a lograr, que por fortuna no lo hizo, estaba preñada de analfabetismo, era analfabetismo instituido, encarnado en instituciones, como está encarnado en mil formas culturales”.

–Percibo que su postura es no votar. ¿Puede el no voto hacer que nos desinteresemos de todo este sistema?

–Ojalá, dejemos de interesarnos por este sistema. La propuesta es no quedarnos a medio camino nulificado el voto. Se trata de no quedarnos en miopía, y la miopía es, en forma indirecta, seguir avalando los sistemas electorales y los sistemas políticos que rigen esta nación. Y la única forma contundente y clara para no quedarnos a medio camino es la no participación. Ese es un voto, y hay diferentes formas de voto. Entiendo un voto como un testimonio, y tenemos la política de lo cotidiano, nosotros permanentemente estamos votando por algo. Votar es estar testimoniando a favor de algo o en contra de algo. Y nos quieren hacer creer que la única forma de testimoniar y participar en la política es a través de un voto con el cual estamos avalando y no poniendo en entre dicho, de raíz, el sistema completo.

“Esto es muy duro para oídos jóvenes, evidentemente, pero esa es mi convicción. Evidentemente cualquiera leerá en mí una postura a favor del EZLN, estoy definitiva, abierta y claramente a favor del EZLN, lo cual no quiere decir que el EZLN me dé la bienvenida, simplemente yo les doy la bienvenida a ellos”.

–¿Si se lograra tumbar al sistema electoral con el abstencionismo, qué vendría después? ¿Cuál es la parte propositiva para sustituir al sistema electoral?

–No tengo idea y puedo incluso, provocativamente, decir: no me interesa. Por lo pronto hay que atacar el mal más inminente. Ya tendremos tiempo y oportunidad de ir construyendo una nación sobre otras bases. Pero con esta pregunta me parece ir leyendo entre líneas un espíritu que está muy presente en nuestro tiempo y en los jóvenes, y que es propaganda oficial: pensar propositivamente. Como si el cuestionar algo no fuera ya la mitad de la respuesta, como si el señalar el mal implicase la obligación de resolver el problema que se está diagnosticando, cuando ya es propositivo el diagnóstico mismo. Es publicidad barata, producto de un espíritu que ensalza el progreso y el mentado pensamiento positivo, cuando en realidad en ocasiones la invitación a pensar positivamente es invitación a pensar en términos simplistas y pragmáticos.

Si yo veo que alguien va a matar a una nieta mía, lo primero que hago es partirle la cabeza, después veré si tengo una propuesta positiva para acabar con la criminalidad. La primera tarea, y que puede durar muchos años, es impedir lo que está ocurriendo. Sin embargo no me extraña leer en esta pregunta espíritu pragmático, porque estamos imbuidos de él: soluciones, resultados, rapidez, inmediación, respuesta. Al caño con él, hay que respetar las contradicciones, hacer conciencia de las limitaciones y no ser víctimas de un pensamiento pragmático. Es mucho más lo que desconozco que lo que conozco, y ese es un motor para mi vida: la conciencia de mi ignorancia.

–¿Pero para generar una alternativa, no necesitaríamos un plan de acción?

–¡Al rayo con la alternativa! Es necesario cuestionar de fondo, ya estuvo bueno de caer otra vez en el tipo de pensamiento que pretende condenarnos de ante mano porque no les facilitamos la solución. No, hay que señalar la dificultad en vez de salvar el pellejo y el honor siendo ciudadanos que hacemos propuestas alternativas. ¡Al demonio! Bastante propositivo es impedir el crimen concreto y visible.

–¿Cómo podemos acompañar a los adolescentes y a los jóvenes en este contexto?

–Más allá de esta pregunta, pero intentando abarcarla, habría que hablar del concepto de educación. En alemán la palabra educación significa algo así como sacar, como esos telescopios que están compactados y se van sacando. La educación es eso, sacar el potencial, acompañar empáticamente a un ser amado en la dura batalla de estar descubriendo un mundo que le construyeron, que no construyó él, que ni lo entiende, y a veces tampoco lo entiende el educador. Educarlo sería acompañarlo empáticamente a ir utilizando sus potenciales y capacidades, ya eso sería suficiente. Hay conceptos que predominan y están implícitos en mucha gente, a pesar de que de boca para afuera dice otra cosa, y entiende la educación como domesticación, o colonización, o sometimiento, o como el gozo del ejercicio de la autoridad, y eso no tiene que ver con la educación.

–¿Y cómo ir más allá de la crítica y la resistencia?

–Tratar de esclarecer esa desesperanza de que no podemos hacer nada merecería una conferencia entera. Decir que no podemos hacer nada implica cierta visión del mundo y del hombre, fruto de que hemos perdido la consciencia de nuestra sociabilidad, de nuestra interrelación y de nuestro impacto en los demás. Nos hemos tragado la moneda de la individualidad, que no existe en el sentido estricto, pues cualquier expresión, por más individual que se pretenda, es expresión colectiva y es de impacto colectivo. Pero limitaciones intelectuales nos han viciado y nos han cortado la conexión que nos permitiría ver lo que significa nuestra inserción en lo social, el impacto directo sobre los otros y nuestra posibilidad de subir el nivel promedio estándar.

“Un músico connotado en Viena me hacía ver, y se lo creí, que cualquier director de orquesta o solista que no haya perdido esa sensibilidad de lo social, que no haya perdido las redes de conexión del lenguaje preverbal y que entienda la participación que nos tiene enredados, en el doble sentido del término, favorable y desfavorablemente, de red, un músico que no haya perdido todo eso, podría detectar el nivel del público respecto de la ejecución de su obra, eso que por intuición llamamos atmósfera. Ese modelo se puede aplicar a lo político, a lo social y a lo cotidiano, pero no estamos acostumbrados a detectar las redes y somos de lento aprendizaje y víctimas de las ideas dominantes.

“Stravinski, en 1908 o 1910 estrena en París La consagración de la primavera, a los cinco minutos la gente le estaba chiflando, en París. ¿Por qué? Porque estaba rompiendo los esquemas tradicionales y estaba proponiendo otro orden fuera del mayoritario, del establecido y del consagrado. Por supuesto se sigue escuchando La consagración de la primavera más allá de las protestas el día de su estreno. Beethoven, siendo sordo, percibía más el alma del público sin ni siquiera oir él la propia objetivización externa de su creación espiritual.

Y concluyo con una anécdota si me permiten: carretera secundaria de Michoacán, 2009, me detiene una patrulla, yo venía oyendo La consagración de la primavera, al abrir la puerta y al hacerse patente lo que venía oyendo, fue de tal impacto para el soldado, aparte de que empecé a criticar a Calderón diciendo que esa no era manera de controlar el narco, que la música de Igor Stravinsky lo hizo casi caerse de espaldas e irse para atrás para decirme 'pase usted', como si yo fuera el diablo. El soldado jamás había estado bajo el impacto de algo que no podría entender ni en un 10 por ciento. Así puede traficar con la cocaína que llevaba, gracias a Igor Stravinski”.

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