Zapopan, Jalisco. Una
caminata por el bosque nativo El Nixticuil, al norte de la zona
metropolitana de Guadalajara, permite apreciar el encino, roble, pino,
el tepame y el huisache. Sobrevuelan aves en peligro de extinción y
migraciones provenientes de Canadá. Es un pulmón verde, el más grande de
la zona urbana, y a su alrededor se quieren montar 22 mil viviendas que
lo impactarán directamente.
El proyecto inmobiliario se llama
Mirasierra de Zapopan y para su construcción recientemente se aprobó el
cambio de uso de suelo, por lo que más de 300 organizaciones
ambientales, ciudadanas y académicas califican a la Secretaría del Medio
Ambiente y Recursos Naturales, de “irresponsable y cómplice” de las
inmobiliarias.
Un grupo de hombres, mujeres y niños
acompañan un recorrido por el bosque de mil 850 hectáreas. Las mujeres
van cortando flores de ornato silvestres, muestran las plantas
medicinales y, orgullosas, caminan con sus niños bajo la sombra de los
robles.
“Para mí el bosque significa mucho,
porque aquí es donde nací. Lo defiendo porque el mal gobierno quiere
destruirlo y acabar con nuestras tierras y eso no es justo, porque
quieren destruir lo que es de nosotros”, dice Carlos; y José Francisco,
otro de los niños que acompaña la caminata, refiere: “A mí me gusta el
bosque porque nos da aire y lo cuidamos porque nos deja respirar. No
queremos que lo destruyan, porque qué va a pasar cuando lleguen nuestros
hijos”.
Los vecinos originarios del Nixticuil
están organizados. Se han convertido en bomberos expertos, pues, acusan,
“los terrenos de Mirasierra han sido incendiados los últimos ocho años
de manera intencional con el objetivo central de acabar con la
vegetación y facilitar los cambios de uso de suelo forestal en clara
violación a la Ley General de Desarrollo Forestal”.
Desde la parte más alta del Nixticuil se
observa la devastación y el avance voraz de la urbanización. Sofía, del
Comité Salva Bosque, mira hacia abajo y explica que en el 2005 “el
ayuntamiento de Zapopan taló más de 400 árboles de roble, y a raíz de
eso inició la organización de las familias vecinas al bosque”.
Adrián, por su parte, indica que han
cuantificado siete proyectos distintos que amenazan el bosque y “todos
corresponden a empresas inmobiliarias que quieren extender la mancha
urbana desde Guadalajara”. La mayoría de estos proyectos, denuncia,
“tienen relación con gente de la clase política; hemos identificado
capital local, como la empresa Tierra y Armonía, o empresarios como el
dueño del equipo de futbol Atlas, quien ahora es representante del
gobierno de nuestro municipio por el Partido de la Revolución
Democrática (PRD). En los últimos seis años, hemos visto cómo han
desfilado políticos de todos los partidos en estos proyectos
inmobiliarios, como el alcalde del PAN de dos trienios atrás, Juan
Sánchez Aldana. Y también ha estado involucrado el PRI”.
Adrián también identifica a “una familia
muy poderosa, los Gómez Vázquez Aldana, que tiene intereses en toda
Latinoamérica y se ha encargado de la privatización de muchas playas”.
El bosque, explica Adriana, otra de las
integrantes del Comité, tiene aproximadamente mil 800 hectáreas de los
cerros de El Nixticuil y la sierra de San Esteban. Es un espacio natural
que provee de agua a varias comunidades rurales y urbanas, es casa de
cientos de especies animales y vegetales y alimenta al Río Blanco, que
riega gran parte de las últimas zonas agrícolas de Zapopan, que hace
mucho fue el primer productor de maíz del estado.
De las mil 800 hectáreas, advierte
Adriana, mil 500 quedaron bajo la denominación de protección, “pero un
día, antes de que se declarara área natural protegida, el gobierno hizo
desparecer mágicamente 300 hectáreas, para construir un instituto de
investigación de una universidad particular. Y las mil 500 hectáreas
restantes no podemos decir que estén salvo”.
El grupo de vecinos que protege su
territorio guía el recorrido hasta el lugar en el que se escucha la
maquinaria trabajando. No se puede avanzar más, pues un alambrado lo
impide: “La construcción que tenemos a nuestras espaldas es un
megaproyecto hecho por los grandes capitalistas de México, entre ellos,
políticos, consorcios como el GyG, Gómez Vázquez Aldana, Tierra y
Armonía, Raymundo Gómez Flores (del PRI); todos ellos en complicidad
para llevar a cabo este megaproyecto conformado por siete polígonos que
invaden el El Nixticuil. Las casas que están aquí son para gente que
pagan por uso de campos de golf”.
El proyecto Mirasierra de Zapopan
comprende la construcción de 22 mil viviendas en 800 hectáreas. La
intención es cambiar el uso de suelo de por lo menos 71 hectáreas
contempladas en el desarrollo. A pesar de que hace tres años la
Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) rechazó la
construcción de un proyecto inmobiliario por ser incompatible con El
Nixticuil, la dependencia aprobó ya el desarrollo con la justificación
de que no dañará zonas forestales.
José Luis es un niño que disfruta el
bosque porque, dice “aquí nací y me gusta mucho. Significa mucho para
mí, y ver que se destruya así como así, por las cosas del gobierno, pues
no está bien”. Él, junto con sus amigos y el grupo de adultos, es parte
de las brigadas que con todas las herramientas a su alcance, incluso
arriesgando la vida, acuden a apagar los incendios que, aseguran, son
provocados por las inmobiliarias.
El bosque proporciona un millón de
litros cúbicos al año de agua para la zona metropolitana. Los
megaproyectos pueden afectar los mantos acuíferos y hacer más grande la
contaminación por las construcciones: “Sabemos que cuando la mano del
hombre llega a un lugar lo destruye”, reclaman.
Si se consolida este proyecto, refieren
las organizaciones que lo defienden, “se transgrede la norma de
protección de más de nueve especies de flora y fauna; se afectará de
manera grave la cuenca del río Blanco, por la devastación de áreas donde
la infiltración de agua es alta; serán talados miles de árboles en una
zona de por lo menos 60 hectáreas y se producirá un colapso vial por el
aumento de tráfico de 20 mil autos”.
En 2005, recuerdan los vecinos, “la
autodefensa de un grupo de mujeres de una de las colonias marginales de
la periferia, El Tigre II, abrió una grieta entre la invasión voraz del
despojo inmobiliario y El Nixticuil, cuando por la vía de los
hechos se detuvo el primer fraccionamiento que el gobierno municipal
pretendía construir sobre parte del bosque”.
Hoy, como hace siete años, las familias
siguen dispuestas a defender el territorio “sin gobiernos ni partidos, y
de forma horizontal”, pues así se constituyen.
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