Anuncian campaña “dislocada” contra guerra del gobierno hacia “los de abajo”
La guerra contra el narcotráfico declarada por el Estado mexicano sirve como cobertura para otra guerra, la que el mismo gobierno del país y los grandes capitales han iniciado contra la gente de abajo para despojarla de sus territorios y empleos. Es en este contexto que las organizaciones, colectivos y personas adherentes a la Otra Campaña convocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) llevarán a cabo este 3 y 4 de mayo una campaña “dislocada” de resonancia que, lejos de los protagonismos a los que dan pie las marchas y mítines, busca generar solidaridad a través de información.
“Con motivo de que se cumplen cuatro años de la represión al pueblo de Atenco y a adherentes a la Otra Campaña, este 3 y 4 de mayo se está planteando hacer una campaña nacional e internacional por la solidaridad con los presos políticos de la Otra Campaña, y ante el contexto de violencia y represión que se está viviendo actualmente y que va aumentando, se plantea la propuesta de que en cada ciudad, en cada espacio, en cada organización, desde donde cada quien está y lo que cada uno es, se realicen acciones dislocadas para dar cuenta de toda esa guerra que se está haciendo contra la gente que se está organizando y está resistiendo al despojo y la explotación por parte de los capitalistas, el gobierno y los partidos políticos”, señala Marcelo Sandoval, del colectivo Sacco y Vanzetti.
Los saldos de la guerra de Felipe Calderón contra el narcotráfico han sido cuestionados por muchos, de esos casi 23 mil muertos en lo que va de su sexenio, es difícil creer que todos tengan que ver con la delincuencia; pero la guerra que denuncian los adherentes a la Otra Campaña tiene consecuencias mayores: “esta guerra general contra los de abajo, que han iniciado el Estado y los grandes empresarios, tiene miles de muertos, pero no sólo son los muertos del fuego cruzado entre soldados y delincuentes, como le llaman ellos, sino que son miles de muertos, entre ellos niños, que por hambre, desnutrición o enfermedades curables son víctimas de la guerra del capital contra los pobres. Hay millones de personas que han enfermado y muerto por la privatización de los servicios de salud pública; hay millones de personas que están quedando fuera de la educación y de las fuentes de empleo; estamos hablando de miles y millones de víctimas de la guerra, tanto en muertos como en desempleados o enfermos”, señala Rafael Sandoval, del colectivo Cuadernos de la Resistencia.
La mesa donde se desarrolla esta entrevista está llena de los volantes que circularán estos dos días como parte de la “Dislocada” y en ellos se puede leer un fragmento del comunicado con el que la comunidad indígena de Santa María Ostula, en la Costa michoacana, denuncia el hostigamiento violento que ha sufrido tras recuperar parte de su territorio. En el documento también se hace una lista de todos los presos políticos: “en Campeche: Sara López González, Joaquín Aguilar Méndez y Guadalupe Borjas Contreras. En Chiapas: Alberto Patishtán Gómez, Rosario Díaz Méndez y Artemio Díaz Heredia. En el DF: Víctor Herrera Govea. En el estado de México: Ignacio del Valle Medina, Felipe Álvarez, Héctor Galindo Gochicoa, Jorge Alberto Ordóñez Romero, Román Adán Ordóñez Romero, Alejandro Pilón Zacate, Juan Carlos Estrada Cruces, Julio César Espinosa Ramos, Inés Rodolfo Cuéllar Rivera, Edgar Eduardo Morales Reyes, Óscar Hernández Pacheco y Narciso Arellano Hernández. En Guerrero: Máximo Mojica Delgado, María de los Ángeles Hernández Flores y Santiago Nazario Lezma. En Nayarit: Tomás de Jesús Barranco. En Oaxaca: Agustín Luna Valencia, Álvaro Sebastián Ramírez, Justino Hernández José, Mario Ambrosio Martínez, Fortino Enríquez Hernández, Eleuterio Hernández García, Abraham García Ramírez, Zacarías P. García López y Abraham Ramírez Vázquez”.
“Un ejemplo claro de esta guerra está en lo que pasó la semana pasada en Copala, en Oaxaca, con la caravana de paz que estaba integrada por compañeros de la Otra Campaña y donde hubo una emboscada que provocó muertos y heridos”, indica Adrián Hipólito, del Comité Salvabosque Tigre II.
Al ir desmenuzando las formas con las que se hace la guerra contra los de abajo, los colectivos locales adherentes a la Otra Campaña coinciden en que se trata de una guerra nacional que tiene cuatro características fundamentales: primero, se saca al Ejército a la calle con el pretexto de luchar contra el narcotráfico y así cercar todas las zonas donde hay pueblos indígenas, comunidades, barrios y movimientos sociales que están luchando contra el despojo de sus tierras, de sus territorios, de sus ríos, de sus bosques, de sus calles; simultáneamente se están creando grupos paramilitares con nombres parecidos a los de muchas organizaciones, movimientos y pueblos, para intentar generar la percepción de que la guerra es entre comunidades, entre los de abajo.
a“Eso es parte de la guerra sucia: académicos, expertos, especialistas, son enviados a cercar y rodear a las organizaciones que resisten y luchan contra el despojo para decirles qué y cómo hay que hacer las cosas, a dirigirlas y asesorarlas. Resulta que los académicos, los expertos y los especialistas quieren sustituir a la gente que no se deja. Obviamente, esto sucede y se admite en organizaciones y sitios donde hay mucha desesperación y rabia; pero también hay muchas organizaciones y colectivos que rechazan a estos expertos, especialistas, académicos, partidos, vanguardias y dirigentes que sabemos y han demostrado que cuando llegan al gobierno se olvidan de todo lo que habían estado promoviendo, porque tienen la misma política económica y social de todos los partidos”, explicó Sandoval.
Para dar ejemplos concretos, los colectivos recuerdan a bote pronto dos situaciones: el pronunciamiento de un sindicato inventado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que recientemente se manifestó a favor de la lucha de Temacapulín, y con el cual el hoy diputado federal por el PT Enrique Ibarra tiene ya metidas las manos en el proceso de resistencia de ese pueblo. El otro ejemplo tiene que ver con el periódico Regeneración, publicado por Andrés Manuel López Obrador: “es usurpación de la historia y el discurso, porque con ello niega la historia que los magonistas de 1910 reflejaban a través de su periódico Regeneración, que estaba contra todos los gobiernos, contra todos los jefes y los partidos, que no aceptaba líderes carismáticos ni vanguardias. Era un periódico y un movimiento anticapitalista y antiestatista, y López Obrador, con su movimiento, niega esa historia hablando de quitarle los filos al capitalismo y reproduciendo formas de dominación y explotación”.
Así, la tercera característica que enumeran para definir esta guerra contra los de abajo tiene que ver con que, una vez creados los grupos paramilitares que confrontan a los movimientos, entran en acción las policías y los militares para reprimir y hacer propaganda sobre su obligación de poner orden. “Pero lo que realmente hacen es meter gente a la cárcel, matar personas o desaparecerlas para generar miedo entre las poblaciones y hacerles sentir que no tienen salida posible ante el despojo y la explotación. Así quieren obligar a la gente a que desista de su resistencia”.
El último factor que delinea el enfrentamiento del poder capitalista con quienes se resisten a él tiene que ver con los presos políticos, a quienes se les inventan delitos –como el secuestro y el robo– que obligan a las organizaciones y colectivos a entrar en la dinámica de mantener la lucha jurídica por sacarlos de la cárcel o encontrar a los desaparecidos.
Los miembros de estos colectivos saben que de alguna manera los medios de comunicación forman parte de esta guerra, pues más bien funcionan como recaderos de la clase política y del poder; es por eso que generalmente prefieren trabajar en silencio, y si bien esta “Dislocada” no busca hacer ruido en los tiempos y en la lógica de las movilizaciones que buscan interlocución con las clases poderosas, en esta ocasión acuden a los medios para que la “resonancia” sea mayor.
“La forma de generar iniciativas a través de resonancia y actividades descentralizadas tiene la intención de encontrarnos abajo, donde estamos, porque ésa será la única forma de crear medios y formas de apoyo mutuo y desactivar la represión. Será una estrategia lenta y que va a tardar más, pero a partir de ir a pedirle cosas a los gobiernos o a las comisiones de derechos humanos no se va a resolver nada. Sólo con resonancias desde abajo, creando formas de apoyo mutuo, horizontales, surgirán formas para desactivar esta represión y la violencia que se vive día a día”, concluyen.
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