Martes, 23 Octubre 2012 por Jorge Zul de la Cueva
Recuerdo un cartón de Falcón, no sé de cuándo,
tal vez de una década atrás, donde acompañado de dibujos alusivos, venía
el siguiente texto: “érase una pequeña ciudad con un gran lago y un
gran bosque”. Luego,“érase una gran ciudad con un pequeño lago y un
pequeño bosque”. Finalmente, “érase una gran ciudad”.
El tema del proyecto de urbanización denominado Mirasierra, no es
nuevo y tiene como víctima al bosque del Nixticuil, en Zapopan. Se trata
de uno de los dos bosques originarios (es decir que han estado ahí
desde siempre) que nos quedan. O más bien que nos quedaban, porque un
conjunto de sospechables circunstancias con tufo a cloaca y
complicidades permitirá muy posiblemente la construcción del dichoso
proyecto. Un bodrio que se comerá 60 hectáreas para hacerlas un
desarrollo urbano tipo suburbio del sueño que tenían los estadounidenses
en los años sesenta.
Hace un par de años, en entrevista para la Universidad de
Guadalajara, el doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad
Autónoma de Madrid, Arturo Curiel Ballesteros, explicó que los motivos
que esgrimía Mirasierra eran, por decir lo menos, cuestionables.
Aseguraban que harían una zona de amortiguamiento o buffer
ambiental, es decir que respetarían una especie de frontera o lindero
entre el bosque y la zona urbana para no dañar al bosque (salvo por la
construcción, sus deshechos, la generación de basura, el drenaje, el
tráfico vehicular, la poda…), a Curiel le parecía que no era suficiente y
que el bosque se vería dañado.
Hoy, la Semarnat ha aprobado la manifestación de impacto ambiental y
está evaluando el cambio de uso de suelo para convertir el bosque en
ese proyecto urbano del que hay que decir algunas cosas que ameritan
cierto sospechosismo y cierta conspiranoia.
De acuerdo con Sofía Herrera, activista social perteneciente al
Comité Salvabosque el Tigre Dos, la manifestación de impacto ambiental
aprobada la presentó Mirasierra respaldada por una consultoría de nombre
Biosferazul, con la colaboración de Luis Toro, quien “hace poco se vio
involucrado con la Villa Panamericana al justificar las descargas de la
Villa a los acuíferos del bajío”
Además según el artículo 117 de la Ley Forestal, en caso de
incendios provocados, se prohíbe el cambio de uso de suelo 20 años.
Sofía Herrera afirma que “El Comité Salvabosque cuenta con 21 incendios
registrados en terrenos de Mirasierra”, así que si la Semarnat actúa
conforme a derecho y no con base en intereses particulares (luego de que
los tres reyes magos nos entreguen nuestros regalos y los cerdos
vuelen) tendría que negarle el cambio de uso de suelo a Mirasierra.
Por último, de acuerdo con los activistas, el fraccionamiento una
vez construido, tiene previsto extraer de los mantos acuíferos del
Nixticuil cerca de 3 millones de metros cúbicos anuales y en un área
natural protegida a nivel estatal y en algún lado tendrán que drenarlo.
Veremos qué dicen Semarnat, Biosferazul y Mirasierra, pero eso, por motivos de espacio, se hará la próxima semana.
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