RAÚL TORRES
“Como los gobiernos no responden a nuestras demandas, reflexionaremos en esta asamblea sobre la conveniencia de ya no dirigirnos más a ellos y mejor ver cómo, de forma autónoma y autogestiva, entre los propios pueblos, podemos hacer para solucionar nuestros problemas. Es un tema muy complicado, pero el punto es que el gobierno es más lo que nos entretiene y menos lo que resuelve (…) Ya no podemos esperar más a que los gobiernos y los capitalistas entren en razón, estamos convencidos de que nunca lo van a hacer. Por ello queremos empezar a caminar por nosotros mismos, sin gobiernos estorbosos, sin intermediarios, sin partidos políticos manipuladores, los pueblos solos y quienes estén en condiciones y disposición para estar con nosotros para empezar construir una forma diferente de hacer política, desde los pueblos, desde las comunidades, donde lo que nos mueva sea la defensa de la vida”.
Con estas palabras, los colectivos y organizaciones que el martes se dieron cita frente al Palacio de Gobierno para recordar la falta de respuesta del Ejecutivo estatal (léase Emilio González) al pliego petitorio que entregaron hace un año para pedir soluciones a la contaminación del río Santiago y sus alrededores, invitan a la Segunda Asamblea de Afectados Ambientales que se realizará los días 30 y 31 de mayo en El Salto Jalisco.
Y es que mientras en círculos “disidentes” de la intelectualidad progresista de este Jalisco, donde aparentemente no pasa nada, la discusión se centra en si es bueno votar por los candidatos “ciudadanos” de los partidos pequeños o hacer cola para anular el voto como muestra de protesta (y ni modo, aquí uno se tiene que incluir porque ni cómo decir que no le entró a esa discusión), nuevamente la gente común, la que se organiza para resolver lo cotidiano, la que forma brigadas comunitarias para combatir incendios, la que se vuelve experta ambiental a fuerza de tratar de entender lo que pasa en su comunidad, vuelve a dar muestras de que a veces es mejor menos escritorio y más calle.
Los afectados ambientales de Jalisco se están organizando con los afectados ambientales de otros estados del país, han aprendido a usar deferentes medios de defensa, han aprendido a sistematizar su información, a sustentar lo que dicen para que no quede en el terreno de la anécdota, recorren sus territorios, registran sus problemas, estudian la forma de entenderlos y discuten de qué manera resolverlos. Todo, poco a poco, al margen de una estructura de poder público que en lo que va de historia en este país ha mostrado que no es con ellos con quienes quiere caminar.
Uno de los objetivos de la Segunda Asamblea Nacional de Afectados Ambientales es lograr integrar un expediente lo suficientemente contundente para denunciar a todo el Estado mexicano por su omisión en el cuidado de los recursos naturales del país.
Hace unos días, un buen camarada, metido a la organización ciudadana que camina cerca de la frontera gubernamental (aún sin cruzarla y con una sólida convicción de que esa forma de trabajo es la correcta) por la que avanzan múltiples ONG, señalaba que muchas veces la gente prefiere que otros le organicen las cosas. Cierto. Pero también es cierto que hay muchos solícitos que quieren organizarlo todo para formar un “capital político” que les dé cabida en la nómina del sistema. Así, en muchos lugares se profesionaliza la protesta y se vive de ella; entonces lo que pudo ser solidaridad pasa a ser oportunismo (en el menos peor de los casos).
Esta ala del Lobby se pronuncia por la asistencia y atención a la Asamblea de Afectados Ambientales del próximo fin de mayo. Quizá de ahí puedan salir buenas muestras de esa otra forma de hacer política que en ocasiones parece tan lejana pero de vez en cuando deja muestra de que anda cerca. Ojalá, como lo escribía Luis Hernández Navarro el martes pasado, el regreso de Fuenteovejuna no esté lejos.
La casa paga
Injusto sería que después de ver la forma en que actúan los brigadistas forestales en La Primavera y en otros sitios, no se les reconozca el trabajo que desempeñan, incluso, muchas veces, en condiciones que no son las adecuadas para su peligroso empleo.
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