El Lobby
◗ La rebelión de Ostula
Las elecciones por sí mismas, y el sorpresivo regreso del dinosaurio, han distraído la mirada de lo que sucede en la Costa michoacana. Ahí, el pueblo nahua de Ostula decidió dejar de esperar y pacíficamente intentó resolver un conflicto de más de cuatro décadas que las diferentes administraciones estatales y federales dejaron crecer. Y así caminaron para dejar ver que están vivos, que tienen fuerza.
El plan para recuperar las tierras, que se llevó más de un año de organización, no preveía la violencia ni el enfrentamiento a pesar de que en agosto de 2008, en el mismo predio donde hoy se construye el poblado Xayakalan, apareció el cadáver del profesor Diego Ramírez Domínguez, entonces encargado de la comisión para la recuperación y defensa del territorio. Dicen que tenía todos los huesos del cuerpo quebrados.
En Ostula dicen que hay un santo que los hace invisibles a sus enemigos, y parece que el lunes 29 de junio resultó cierto, pues a pesar de que personas pagadas dispararon con armas largas a un contingente de aproximadamente mil personas, sólo uno fue herido de bala en la cabeza. Y, cosa extraña, el proyectil 9 milímetros perforó la piel, rebotó en el cráneo y salió de nuevo; hoy ese hombre sigue vivo.
Ese lunes, a pesar de que al menos un centenar de personas quedaron aisladas, los demás no se amedrentaron y en lugar de buscar replegarse, las policías comunitarias se activaron, repelieron la agresión, arrestaron a varias personas y encontraron la forma de establecer contacto con quienes quedaron desarmados en la playa. La agresión a la gente de Ostula reforzó los vínculos con las comunidades de El Coire y Pómaro, que formaron un solo frente como pueblo nahua.
Hasta hoy, los rumores y amenazas de ataques armados a la comunidad por parte de grupos de gavilleros, no hacen más que estrechar más los lazos de esas comunidades, que también comienzan a recibir apoyo de otras partes.
En Ostula están en pie de lucha, están preparados para ello, están dispuestos y organizados, pero no son invencibles y su deseo no es tener que pelear, por eso piden la solidaridad de otros, la presencia de voluntarios, que las miradas volteen a esa zona de Michoacán, que se les envíe ayuda económica o víveres. Su lucha no es contra los mestizos y pequeños propietarios de La Placita, ni se centra sólo en un conflicto agrario que los gobiernos no resolvieron y dejaron crecer afectando a las dos partes; su lucha tampoco es sólo contra quienes los agredieron y hoy lanzan amenazas solapadas por el vacío de autoridad que se vive en los sitios donde el crimen organizado hace sus particulares guerras.
La lucha de la gente de Ostula, y en la que van incluidos El Coire y Pómaro, los wixaritari de Jalisco, que están a punto de llegar a Xayakalan; los cocas de Mezcala, que organizaron un baile para apoyar la lucha; los purépechas de Nurío, que con recuerdos propios alientan a los nahuas; los triquis, que se manifiestan en el DF; los yaquis, que envían su solidaridad, y otros muchos que sin ser indígenas sienten parecido, es por que se les reconozca todo eso que conservan a pesar de tanto olvido, eso que les permite construir un pueblo en medio de una tensa lucha.
Sin duda, hay cosas que aprender de este alzamiento, cuya dimensión no se ha valorado. En Ostula es ya parte de su historia y un parteaguas en su organización comunitaria, pues se han puesto a prueba sus estructuras civiles de mando. Pero no se puede ser ingenuo y pensar que esto acabará pronto, pues nada fácil será que el gobierno mexicano reconozca el derecho de este pueblo a la autodefensa y la autodeterminación.
Aunque un buena señal del rumbo que tomará este problema se mostrará en la manera en que el Ministerio Público de Michoacán resuelva lo que procede con los presos ya entregados y condenados moralmente por la comunidad nahua de Ostula.
• lobby.lajornadajalisco@gmail.com
◗ La rebelión de Ostula
Las elecciones por sí mismas, y el sorpresivo regreso del dinosaurio, han distraído la mirada de lo que sucede en la Costa michoacana. Ahí, el pueblo nahua de Ostula decidió dejar de esperar y pacíficamente intentó resolver un conflicto de más de cuatro décadas que las diferentes administraciones estatales y federales dejaron crecer. Y así caminaron para dejar ver que están vivos, que tienen fuerza.
El plan para recuperar las tierras, que se llevó más de un año de organización, no preveía la violencia ni el enfrentamiento a pesar de que en agosto de 2008, en el mismo predio donde hoy se construye el poblado Xayakalan, apareció el cadáver del profesor Diego Ramírez Domínguez, entonces encargado de la comisión para la recuperación y defensa del territorio. Dicen que tenía todos los huesos del cuerpo quebrados.
En Ostula dicen que hay un santo que los hace invisibles a sus enemigos, y parece que el lunes 29 de junio resultó cierto, pues a pesar de que personas pagadas dispararon con armas largas a un contingente de aproximadamente mil personas, sólo uno fue herido de bala en la cabeza. Y, cosa extraña, el proyectil 9 milímetros perforó la piel, rebotó en el cráneo y salió de nuevo; hoy ese hombre sigue vivo.
Ese lunes, a pesar de que al menos un centenar de personas quedaron aisladas, los demás no se amedrentaron y en lugar de buscar replegarse, las policías comunitarias se activaron, repelieron la agresión, arrestaron a varias personas y encontraron la forma de establecer contacto con quienes quedaron desarmados en la playa. La agresión a la gente de Ostula reforzó los vínculos con las comunidades de El Coire y Pómaro, que formaron un solo frente como pueblo nahua.
Hasta hoy, los rumores y amenazas de ataques armados a la comunidad por parte de grupos de gavilleros, no hacen más que estrechar más los lazos de esas comunidades, que también comienzan a recibir apoyo de otras partes.
En Ostula están en pie de lucha, están preparados para ello, están dispuestos y organizados, pero no son invencibles y su deseo no es tener que pelear, por eso piden la solidaridad de otros, la presencia de voluntarios, que las miradas volteen a esa zona de Michoacán, que se les envíe ayuda económica o víveres. Su lucha no es contra los mestizos y pequeños propietarios de La Placita, ni se centra sólo en un conflicto agrario que los gobiernos no resolvieron y dejaron crecer afectando a las dos partes; su lucha tampoco es sólo contra quienes los agredieron y hoy lanzan amenazas solapadas por el vacío de autoridad que se vive en los sitios donde el crimen organizado hace sus particulares guerras.
La lucha de la gente de Ostula, y en la que van incluidos El Coire y Pómaro, los wixaritari de Jalisco, que están a punto de llegar a Xayakalan; los cocas de Mezcala, que organizaron un baile para apoyar la lucha; los purépechas de Nurío, que con recuerdos propios alientan a los nahuas; los triquis, que se manifiestan en el DF; los yaquis, que envían su solidaridad, y otros muchos que sin ser indígenas sienten parecido, es por que se les reconozca todo eso que conservan a pesar de tanto olvido, eso que les permite construir un pueblo en medio de una tensa lucha.
Sin duda, hay cosas que aprender de este alzamiento, cuya dimensión no se ha valorado. En Ostula es ya parte de su historia y un parteaguas en su organización comunitaria, pues se han puesto a prueba sus estructuras civiles de mando. Pero no se puede ser ingenuo y pensar que esto acabará pronto, pues nada fácil será que el gobierno mexicano reconozca el derecho de este pueblo a la autodefensa y la autodeterminación.
Aunque un buena señal del rumbo que tomará este problema se mostrará en la manera en que el Ministerio Público de Michoacán resuelva lo que procede con los presos ya entregados y condenados moralmente por la comunidad nahua de Ostula.
• lobby.lajornadajalisco@gmail.com
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