Megaproyectos de “desarrollo”
Cuando se limita la visión del desarrollo a la mera perspectiva económica estamos en serios problemas. Cuando se dejan de lado dimensiones tan importantes de la vida como el respeto del medio ambiente y la naturaleza o de las dinámicas socioculturales de cada comunidad o territorio, le agregamos un fuerte y peligroso componente de insustentabilidad a los proyectos. Cuando creemos que el desarrollo tiene como fin último la producción, concentración y acumulación de capital; y además concebimos que el buen vivir se traduce en asfaltar y construir sin ton, ni son, los resultados pueden ser catastróficos y podemos empeñar el futuro de nuestras hijas e hijos en aras del “progreso” y el desarrollo, por intentar resolver problemas con visiones de corto plazo.
El capitalismo financiero global nos hace creer que la única y mejor forma de generar riqueza es realizando grandes “megaproyectos”, que impliquen fuertes inversiones, sobre todo de capital privado y extranjero y que estén vinculados a la explotación de algún recurso natural. Claro que esta creencia está dirigida para los países en vías en desarrollo o periféricos como el nuestro. Eso nos toca en el gran escenario internacional. Poner los recursos naturales, la mano de obra y flexibilizar nuestros marcos normativos, para que luego otros nos digan qué hacer, porque se supone que ellos lo saben muy bien, por eso son capitalistas y son los expertos en hacer dinero. El punto de vista de los que siempre han estado allí donde se intenta construir estos megaproyectos no es importante, a pesar de que gracias a ellos esos recursos se siguen conservando. Dicen los que sí saben que no tienen perspectiva de futuro, que pretender seguir anclados en el pasado y que ostentan visiones reduccionistas y localistas. Cuando estos colectivos generan resistencias frente a estos grandes proyectos, se les acusa de ser protagonistas, de “salir en la foto” para promocionarse y se convierten en “opositodos” que no ayudan a que este país y estado progresen.
Lo habitual es que en este tipo de proyectos las diferencias entre la clase política son mínimas, casi inexistentes. Políticos de todos los colores promueven y permiten estas acciones en pro del desarrollo y sólo hay diferencia de matices. Por lo menos hasta ahora así lo han demostrado. En Jalisco tenemos dos casos que confirman la teoría, por un lado las pretensiones de generar en las playas del ejido de Chalacatepec el nuevo “Cancún” del país y la iniciativa de construir casas para unas cien mil personas en parte del Bosque del Nixticuil; el primer proyecto estaría asentado en el municipio de Tomatlán y el segundo en Zapopan.
En ambos casos los megaproyectos están asentados en zonas con enormes recursos naturales que generan beneficios colectivos para el estado de Jalisco, no en la lógica de la rentabilidad capitalista, sino en otras dimensiones del desarrollo. En los dos está presente la inversión privada, y también en ambos asuntos podemos identificar que existen colectivos de las propias comunidades que se oponen a estos proyectos, ya que es inminente un proceso de privatización. En Chalacatepec el gobierno de Jalisco parece ser el principal impulsor del proyecto y en el caso del proyecto MiraSierra en el bosque del Nixticuil, hasta el momento en el que se escribe este artículo, el novel presidente de Zapopan no ha dicho “está boca es mía”, a pesar de que el Comité Salvabosque Tigre II le presentó el último informe del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad) donde aparece un texto que habla de este caso. Le exigen a Vielma defender al Bosque del Nixticuil ¿lo hará?
Se argumenta por parte de los defensores de estos proyectos van a generar empleos, que resolverán el problema de vivienda, que harán crecer el dinero de las pensiones, que van a insertar a Jalisco en la dinámica global y que nos harán más competitivos. Me pregunto si no hay otras formas de hacerlo, me cuestiona que sean proyectos que no se sometan al escrutinio público, que no se pregunte si hay otras maneras. Simplemente se instalan como proyectos dados de antemano, que no se discuten ni se ponen a consideración de los supuestos beneficiados. La experiencia empírica muestra que este tipo de proyectos suelen causar más problemas que los que resuelven y en el caso de los proyectos turísticos, los que en un momento fueron campesinos autónomos, se convierten en empleados de hoteles, claro que no les ofrecen ser gerentes o proveedores, más bien asumen los trabajos de mucamas, jardineros, meseros. De ninguna manera se trata de denigrar este tipo de empleos, pero los que un día fueron dueños, se convierten en empleados. En lo referente a los proyectos inmobiliarios que se “comen” a sus bosques, los impactos ambientales son muy fuertes y contribuyen a que las grandes metrópolis tengan serios problemas de sustentabilidad y por lo tanto se hacen cada vez más dependientes de otros territorios. La ciudad de México es un ejemplo clarísimo de ello.
Frente a teorías y visiones del desarrollo más integrales, que incorporan y dan el mismo peso a las diferentes dimensiones del desarrollo (económica, política, sociocultural y ambiental), en Jalisco ciertos grupos de poder siguen empeñados en concebir al desarrollo en una sola de sus dimensiones y ello los orilla a reducir su margen de opciones para resolver los problemas. Si abrieran el abanico, es posible que aparezcan nuevas alternativas que no encuentren tanta oposición social y que se pudieran convertir en verdaderas soluciones de largo plazo. Para los casos citados, ¿un proyecto local de ecoturismo no sería interesante?, o en lugar de seguir concentrado a la población en la Zona Metropolitana de Guadalajara, ¿no valdría hacer un proyecto sólido de fortalecimiento de ciudades medias? Definitivamente hay otras opciones.
jerqemex@hotmail.com
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