jueves, 17 de septiembre de 2009

Público:

El Nixticuil y el caos en la ciudad

Rubén Martín

  • 2009-09-17•Acentos

Hace tiempo que quedó claro que el colapso no es un futuro que Guadalajara esté por alcanzar, sino que es una realidad presente debido, esencialmente, a que su crecimiento se ha dejado a la búsqueda del lucro privado y a la corrupción de las autoridades que supuestamente deberían velar por un desarrollo urbano que proteja el interés colectivo.

No es así y de ello hay infinidad de ejemplos: la criminal complacencia con la que las autoridades permitieron el crecimiento caótico de Tlajomulco; el desarrollo de departamentos y centros comerciales en La Ciudadela a pesar las múltiples violaciones a diversas disposiciones legales como han documentado los vecinos de Paseos del Sol y el Parlamento de Colonias; los fraccionamientos asentados a un lado de zonas de inundación y de contaminación en El Salto; la complicidad entre propietarios de terrenos y autoridades para tratar de cambiar el uso del suelo en predio El Disparate.

La lista no es exhaustiva, como podemos darnos cuenta y además falta contemplar los casos en el resto del estado donde los intereses inmobiliario, turístico, minero, industrial y comercial propician la invasión y despojo de tierras en decenas de comunidades.

Ahora a esta lista de posibles desarrollos inmobiliarios capitalistas se suma el proyecto Mirasierra impulsado por el Grupo Guadalajara integrado por Jardín Real / Consorcio G, Gómez Vásquez Aldana GVA, Mendelssohn y Amadeus.

El proyecto Mirasierra consiste en la propuesta de construir “un desarrollo habitacional sustentable” en 691 hectáreas aledañas y dentro del área natural protegida del Bosque El Nixticuil-San Esteban-El Diente.

El proyecto implica crear en menos de siete años, diversos conjuntos habitacionales para unos 120 mil pobladores. Sería como crear una población superior a Ciudad Guzmán dentro de la zona metropolitana de Guadalajara.

Los planes de los desarrolladores privados van muy aventajados y desde hace dos años han solicitado cambios de uso de suelo al gobierno municipal de Zapopan. Ahora se está en una fase crítica, porque han presentado una Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

Debemos la señal de alerta sobre las implicaciones de este desarrollo a varias personas preocupadas por el medio ambiente y en particular al exhaustivo trabajo de revisión, análisis y crítica a la MIA Mirasierra elaborada por el Comité Salvabosque el Tigre II, un colectivo de personas que desde hace más de dos años ha venido luchando por preservar esa zona como área natural protegida alejada de los intereses del capital privado.

El Comité Salvabosque ha estimado que de ganar los intereses privados en este caso, el desarrollo Mirasierra tendría un impacto tremendo sobre colonias aledañas el Nixticuil como las colonias El Tigre, Nuevo México, los fraccionamientos Los Guayabos y Las Cañadas y en el poblado rural de Río Blanco.

Hay varios aspectos preocupantes en el proyecto, entre otros que para construir más de 22 mil viviendas se deberían derribar cerca de unos 25 mil árboles (los constructores dicen que “apenas” 2,500 árboles), además de que en la MIA admiten que para llevar a cabo su proyecto requieren erradicar 109 especies de plantas, 30 especies de aves, 21 de mamíferos, 26 de anfibios y reptiles.

No sería exagerado pensar en la crisis de abasto agua y servicios de drenaje, educación y transporte público que éste asentamiento provocaría. Sería repetir la mala experiencia que ya se tiene en Tlajomulco.

¿Qué proyecto de ciudad es este que pretende derribar 25 mil árboles y expulsar a cientos de especies con el propósito mercantil de construir 22 mil viviendas y meter 25 mil autos? Es el proyecto de ciudad capitalista que deja el crecimiento de la urbe a los intereses privados, cobijados por la impunidad y la corrupción oficial.

Mañana es la consulta pública sobre este desarrollo en la Conafor a las 8:30 am. Si se guiara por el interés común y por el crecimiento ordenado y en sentido humano de la ciudad, las autoridades de Semarnat y todas las demás implicadas deberían rechazar este proyecto. Pero la experiencia indica que no será así. Como siempre, la salida está en la posibilidad de que los afectados directos puedan resistir y movilizarse en contra de Mirasierra.


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